miércoles, 3 de diciembre de 2008

¡AY, GITANA ANTONIA!


¡Ay Gitana Antonia! Hay que ver como me has engañado. Vaya por Dios, tan alegre que yo iba por esta preciosa calle Príncipe, caminando al compás del Señor del Acordeón, ¡qué música! Bálsamo para los sentidos.
Ahi estabas tú, a la caza de algún ingenuo. Cuando me extendiste tu mano con aquel ramito de romero, yo alargué la mia con la espontaneidad que me caracteriza, para cogerlo, ¡y me atrapaste! con mi mano entre las tuyas, me has dicho todo lo que yo ya sabía, pero no contaba con tu elevada tarifa. ¡Pero cuando aprenderé a no confiar! ¿Por qué ibas a ofrecerme un ramito de romero sin nada a cambio y sin conocerme de nada? A los perros se les lleva a un sitio para que aprendan, los adiestran y ya no causan mas problemas a sus dueños. Las personas confiadas, aprendemos así, dándonos con los cuernos, una y otra vez. Lo triste de todo, es que siempre mordemos el anzuelo los mismos, los ingenuos, los sensibles, los que creemos en la bondad por encima de todo, y a los que ya no nos caben más heridas en el corazón. Pero no importa, Gitana Antonia, si lo que me has "cobrado" ha servido para dar de comer a tu familia, ¡bendita seas! yo me lo hubiese gastado en cualquier cosa, porque te puedo asegurar que si me intentas quitar del monedero lo que era para mis hijos, soy muy pero que muy valiente.
Alargué la mano tan rápidamente, porque ¿sabes? adoro el aroma del romero, si paso al lado de uno de estos arbustos, lo abrazo para impregnarme de su frescura, y robo una pequeña ramita para hervirla, puedo decirte que tú, como yo, tienes un cabello moreno, un último enjuague después de lavarlo, dará un brillo excepcional. Con este truquito de belleza, ya ves lo humilde que puedo ser. Tú ya no me atraparás una segunda vez, pero mis cuernos se volverán a empotrar en otro lado.

No hay comentarios: