viernes, 10 de abril de 2009

MI PRIMER COCIDITO GALLEGO

He dejado que pasaran unos días, no muchos, para dejar reposar sentimientos. Como cuando hacemos una infusión.
Mi primer cocidito me lo prepararon unas manos muy cálidas, una madraza, una buena esposa, una persona de las que entran en nosotros y ya nunca se van.
Marisa. La mamá de mi amiga Ana, la abuelita de mi ahijadita Miriam.
Aquel domingo ella cocinó con esmero "mi primer cocido gallego". Nos sentamos a comer y yo le pedí la botella de aceite para rociar toda aquella maravilla. Alguien dijo ¿aceite para el cocido, niña, nooooooo? Pero ella, complaciente, me lo trajo.
Me dejé aconsejar y no se lo eché.
Nunca olvidaré ese primer plato de cocido gallego, que después yo aprendí a hacer. Nunca olvidaré lo entrañable que eras, Marisa, nunca olvidaré tu espléndida y alegre sonrisa, que el tiempo se encargó de ir apagando. Pero estoy segura que la has recuperado de nuevo, porque estás en buena compañía. El te estaba esperando con los brazos abiertos.
Oye Marisa, tampoco se me ha olvidado aquel jersey que tejiste, uno para Ana y otro para mí, uno negro y otro azul, de cuellito redondo y muy cortito, como se llevaban en aquella época de nuestros dieciséis maravillosos años, para lucir nuestra cinturita de avispa entre el jersey y los vaqueros. Te llenó de satisfacción ver lo lindas que estábamos ¿a que si?
Como te llenó de satisfacción ver como la amistad entre Ana y yo era indestructible, y que esta maravillosa vida se encargó de ir añadiendo personitas a nuestro alrededor. Buena gente, nada más que éso.
Eras entrañable para mí, y de la misma manera que le dije a mi Mamá Amelia, en esa dimensión donde estás ahora, te será mucho más fácil ver lo puro de un sentimiento.
Fue todo un placer conocerte, mi querida Marisa. La huella que has dejado, será imborrable.
¿Me estás viendo? He podido escribirte sin llorar. Tan sólo he dejado reposar el sentimiento unos cuantos días.

No hay comentarios: