lunes, 13 de abril de 2009

MI ANGELITO DE LA GUARDA + MATAMOSCAS


Se dice que todos los niños, cuando nacen, traen un pan debajo del brazo. Yo no, yo siempre voy al revés. Yo traía un matamoscas imaginario. Y mi Angelito de la Guarda, ése sí es de verdad y me acompaña vaya donde vaya, pegadito a mi pecho, siempre me olvido de preguntarle a mi mami quién me lo regaló. Yo creo que el dia que nací, una presencia fue hasta el nido de los bebés y eligió uno, y le colocó aquel precioso regalo en su diminuto y arrugadito cuello, al tiempo que le daba el don de la eterna niñez, y le metió el matamoscas imaginario debajo del brazo, al tiempo que le daba el don de la sensibilidad.
Una mañana de domingo tristona, una tarde de huevitos de Pascua, un enorme deseo de apoyar mi cabeza en la almohada y emburujarme en mi edredón, y dormir y dormir y dormir. Mi Angelito me sopló mientras me quedaba dormida cositas buenas, porque hoy me levanté de nuevo alegre y llena de optimismo. Elegí mi blusa color fresa, regalo de mi niña mayor el año pasado por mi cumpleaños, yo estaba ya vestida aquella noche y lista para irnos a cenar con los demás para soplar mis velas, cuando ella llegó, y me cambié de ropa para estrenarla. Me trae bellos recuerdos y maravillosas vibraciones. Fue una noche de cumpleaños más que especial. Por éso hoy la elegí, después de una reconfortante ducha y un intenso café, "mis ojitos merecen rimmel", pensé. Porque hoy es hoy, sólo por éso.
Subo al autobús, y pienso que hoy sería el dia ideal para encontrar a mi amiguita, "la niña del autobús", pero no me coincide. Hoy necesitaría la dulzura y la inocencia de su conversación, tal vez mañana. Como no tengo con quien hablar, juego. Me quedo en la parte de alante, de pié, y disimulo. Recorro uno por uno los asientos con la mirada, e intento averiguar por las expresiones de las caras. Y empiezo a contar: brujilla, no brujilla, brujilla brujillo y no brujillo. Así los recorro uno por uno y hago cálculos si hay más angelit@s o mas brujit@s. Saco mi matamoscas imaginario y empiezo a cascarles a cada uno un "plif", mas o menos intenso según el dibujo de su boca, a más mueca, más plif. Llego a una cara y me dan ganas de divertirme un rato antes. Me imagino que la meto en uno de mis cubos para reciclar, de cabeza, le quedan los piés para arriba y patalea, mientras le doy en el culete con el matamoscas unos cuantos plif plif y le digo "toma, por brujill@".
Debería de haber ido leyendo mi libro, pero el secreto de mi optimismo fue haber soñado que me posaba en la más bella de las flores, con suavidad, con toda la transparencia y sinceridad de mi eterna niñez y que esa flor adoraba que su mariposa le hiciera cosquillas con sus suaves alas. Fue tan dulce el soplo de mi Angelito, que tan sólo utilicé el matamoscas imaginario para jugar en el autobús.

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