miércoles, 22 de abril de 2009

MI CARPETA


Necesitaba una carpeta con anillas para clases, para poder archivar y tener en orden todas las fotocopias.
Hace ya meses, entré en un “todo a cien”, y entre otras, la escogí.
No tuve ninguna maldad ni doble sentido al elegirla, me gustó simplemente el contraste del precioso conejito negro sobre el fondo blanco. Ésta es la que quiero. Tres euros.
Por la tarde me dediqué a taladrar todas las fotocopias para meterlas por las anillas, separadas por gramática, léxico, comprensión escrita, comprensión oral, etc., etc.
Yo taladré las hojas, y a partir de ahí, contentísima con mi carpeta entre los brazos, de camino a la Escuela, las miradas comenzaron a taladrarme a mí. ¿Mi reacción? Sonreir.
Me acordé del prota de la serie de los Serrano y empecé a balbucearles entre dientes “¡Hay que ver lo sucia que teneis la mirada tod@s!”. No es más que un icono. ¡Malvad@s!
Compré un papel, no con el dibujo de la madre Teresa de Calcuta, tampoco era cuestión de que se santiguaran tod@s a mi paso.
Empecé a recortar aquel papel a la medida, y saltó mi interruptor ¡nunca me falla! ¿A la medida? No.
Ese conejito negro seguirá luciendo todo su esplendor sobre el fondo blanco. Es un animalito como yo, inquieto, alegre, tierno y suave. Adora las zanahorias, la naturalidad y los paseos de lunes, miércoles y jueves, desde la calle Príncipe hasta Martínez Garrido, a paso ligero y constante, con zapato plano intentando el movimiento de “apoyando el talón hacia la punta de los dedos”, buenísimo para la circulación y para tener unas piernas increíbles, pasos que sólo cambian el ritmo cuando pasan al lado del señor del acordeón, con la mirada perdida en la melancolía de su música. Ni te has fijado, señor del acordeón, en el dibujo de mi carpeta, porque tienes algo mejor entre manos, tú acordeón, todo un icono en nuestra bellísima calle del Príncipe.
Corro como una cabritilla, sueño como un hada, lloro como una magdalena, hago ruidos por la vida como un cascabel, vuelo libre como una mariposa con un corazón enamorado, que fiel a un amor imposible, no es capaz de posarse en ninguna otra flor.
¡Hay que ver, lo que engañan las apariencias! Ese conejito de mi carpeta, todo un símbolo, no tiene nada que ver conmigo. O tal vez sí, en su cierta rebeldía, su puntito de picardía, una coquetería desenfadada y una enorme libertad.
¿Será sentirse bien con uno mismo la felicidad? Apostemos a que sí.
Y apostemos también por tod@s l@s que sí tienen que ver con ese precioso símbolo. ¿Acaso hay algo mejor en la vida que amar y ser amado, con toda la sensualidad que nos legaron Adán y Eva?

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