lunes, 22 de junio de 2009

¿FUE EL CLORO, O FUE LA SALITRE?


El cloro de la pisci me lava las neuronas, y así de limpitas, se enchumban de yodo y sal, pura bomba para levantar los ánimos alicaidos.
Recordando que los cuentos para niños a mí me hicieron llorar mucho, quiero cambiar alguno, ponerlo patas arriba y darle la vuelta.
Me encantaría contárselos de otra manera a mis pequeños tesoritos, y ver como se retuercen de risa en su pequeña alfombrita llena de colores, espejitos, flores y juguetes.
Encima de esa alfombrita, sería muy triste que cayeran sus inocentes lágrimas. ¡Pobre Lucas! con lo sentimental que me ha salido, igualito a mí. Cuando Lucas llora, nada lo consuela. Entonces, mi pequeño amor, ¿para qué darte motivos?
Si yo fuera la Caperucita Roja, Lucas, iría canturreando por mi precioso Parque de Castrelos, sería una niña muy feliz, empezando porque mi abuelita no me esperaría metida en la cama con ese horroroso gorro y mucho menos esperando por la comida. Caperucita sabría que las abuelas de hoy, se comen un bocata en la playa, con bikini, y hacen una llamada desde su móvil diciendo "llámame que no tengo saldo".
¿Para quien es la llamada? La llamada es para el mismísimo lobo, con el que han salido de marcha toda la noche y es pura fiera. Y esas abuelitas modernas se rinden ante un lobo que les dice "¡a que te como!". Todos los conejos que corren libres por el Parque de Castrelos, irían vestidos elegantemente con pajarita, que le dicen a Caperucita "no te mates en recoger flores para tu abu, Caperucita, que el Sr. Lobo ya le regaló tremendo ramillete".
¡Pobre leñador! Lucas, yo creo que era un abu gruñón y machista y el lobo le ganó la partida, por éso le quiso abrir la barriga una tarde, porque al tiempo que el lobo se comia a la abu a besos a él lo comían los celos mientras se rompía la espalda a machetazo limpio contra los pobres árboles.
Ríete, mi pequeño y gordito amor, los cuentos que yo te contaré, con permiso de tu mami que es buena pieza como yo, serán todos de este estilo.
Sara, me inventaré el tuyo en menos de lo que canta un gallo.

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