sábado, 30 de mayo de 2009

AMOR, OPTIMISMO Y BUENOS RECUERDOS. ASI ES MI BLOG


Tengo que ver cuándo es el cumple de mi blog, está próximo, pero tengo veinte minutos para escribir un bello recuerdo, que es el tiempo recomendado para que el potingue que me unté en el pelo sea eficaz y le dé brillo. Ni más, ni menos.
Una carta de mi amigo Godofredo, el más simpático y burlón de mi pandilla quinceañera, me ha traído, entre otros, este recuerdo. "El tatuaje de Julito".
Pobre Julito. Daba pánico, siempre sentado en la barandilla del portal de su casa, con una camiseta blanca, la mirada perdida por los tragos que se daba y aquel "no creo ni en la paz de los sepulcros" a lo largo de su musculoso brazo. ¡Vaya por Dios, Julito! ¿Que te pasaría para tatuarte semejante cosa en la piel? ¿Como tendrías de arañada el alma? Pienso yo.
Al lado de mi casa vivía Milagros, la chismosa, yo sabía que ella estaba detrás de la ventana y le sacaba la lengua cuando pasaba para la escuela, por lo menos ese gesto mio maleducado hacia reir a tu mujer, siempre medio escondida, vestida de negro, creo que te tenía miedo. Tu casa era oscura, nunca me hubiera atrevido a entrar, pero se veía desde fuera. Creo que el mismísimo sol sentía escalofríos y no se atrevía tampoco ni a asomarse siquiera, porque las ventanas estaban abiertas. ¿A que se debería esa oscuridad, entonces?
Godofredo y unos cuantos más, nos reuníamos por la noche en mi casa, en el comedor, para estudiar. Yo aquella noche, antes de que llegaran todos, rebusqué en aquel último cuarto donde mi abuelo y mi padre, los sacamuelas del pueblo, tenían cosas viejas. Tan pero tan viejas, como aquella dentadura. Me la metí en un bolsillo sin lavarla ni nada. Cuando empezamos a estudiar esa noche, cada uno leía un trocito de la lección. Sin que me vieran, me coloqué la dentadura y empecé a leer con la lengua trabada por aquellos dientes encima de los míos. Todos levantaron la cabeza de sus libros y me miraron. El estudio por esa noche acabó, salimos corriendo para el parque con la dentadura por el aire de unos para otros. Acabó ¡en tu portal, Julito!
Como mi vida está llena de coincidencias inexplicables, la dentadura era de la pobre Natalia, tu señora madre. Y yo tuve que elegir precisamente ésa. Cuando llamaste al timbre a la mañana siguiente para hablar con mi padre ¡Me quise morir!
Bueno, Julito, al menos durante unas horas te saqué de tu letargo, de tu odio hacia no sé qué. Y pienso que tu mujer se habrá escondido en algún lugar a reir un rato. Sí, a reir a carcajada limpia, porque yo no me reí intencionadamente de la pobre Natalia, aquella dentadura que elegí al azar no me era familiar. A decir verdad, Julito, tampoco conocía la tuya. ¿Por qué nunca te reías, Julito?
¿Sabes, Julito? Yo empecé a reir a carcajada limpia, aquel verano en Varadero, aún era muy pequeña, había un chino que hacía fotos en la playa, y antes de disparar con su cámara antigua, me miró y me dijo "líete, niña, liéte". Me hizo tanta gracia, que ya nunca más pude parar de "leil". Glacias, chinito, "eles un amol".

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