lunes, 5 de octubre de 2009

¡PLOF...PLOF...QUE DIVER!


¿Para que encararse con la lluvia? ¿Para qué perder el tiempo quejándonos? ¡A sacarle partido!
Durante el día no es muy sano ni agradable estar con el vaquero mojado de la rodilla para abajo, pero al mal tiempo, buena cara.
Lo diver es al terminar por la tarde, debajo de un tremendo chaparrón, donde todos esos charquitos parecen invitarte a meterte y a hacer ¡PLOF PLOF!
Miro a mi lado, ¡pues claro que no está mi mami, puedo chapotear!
¿Quien no llevó una reprimenda de niño por tirarse en plancha en los charcos después de una lluvia torrencial?
Con mis niños me divertía horrores, les compraba esas botas de plástico y yo misma los mandaba a meterse y a chapotear, ¡que caray! si a mí me encantaba, por qué iba a prohibírselo a ellos.
Así que hoy, decidí recordar mis buenos tiempos. No tengo nada que perder.
Con mis tenis y mi vaquero mojado, me remojo aún más, PLOF...PLOF y PLOF. Eso sí, con el paraguas abierto.
Cuando entro en casa, esta vez la baldosa es la que se asusta, lo siento amiga, hoy te toca sentir el frío de mi planta del pié, en vez de su tibieza. Mañana será otro día. Se lo digo en voz alta. Tampoco me escucha nadie.
¿Una sopita caliente? Sí, éso sería lo recomendable. Pues no. Yo tengo mi gazpacho más que frío en la nevera, echo mano de él después de descalzarme y me rehidrato después de nadar tres cuartos de hora. Y detrás, una ensalada.
Me emburujo en mi edredón que me calienta el cuerpo. Y el alma, hoy tienes luz verde tú, Paulo Coelho. Como tantas y tantas noches. Y es cuando noto, después de todo ese frío que yo elegí, que me pierdo por la tibieza.
Otra vez, mis preciosos contrastes, esta vez, con travesura incluída.

No hay comentarios: