viernes, 16 de octubre de 2009

LA "ÑÁ"


La "Ñá" se ganó ese nombre, por "ñañera". Brava de carácter y, sin embargo, su "ñañaña" al hablar, como dando pena, era insoportable para mí. Y digo "era", y no "es", no porque se muriera, gracias a Dios, porque en el fondo, la quiero, sino porque me aparté de ella. Se quedó con su "ÑÓ", su "ñañera" y todo aquello que a mí me hacía sentir mal.
La vida está llena de obstáculos, hay que saltarlos de la mejor manera posible, evitando las "ñañerías", que es diferente que "ñoñerías". Es peor. Total ¿para qué?
Odio dar pena, me aparto, unas veces a la velocidad del rayo, y otras, poquito a poco, de la gente victimista y problemática, acostumbradas a ver el lado malo de las cosas con una tremenda facilidad. ¡que desperdicio de tiempo!
La vida es muy corta, los problemas verdaderos y serios, vienen solitos, el resto del tiempo, me dedico a cultivar mi preciosa rutina, a levantarme unos minutos antes para abrir la ventana, asomarme y pensar que esa brisa que me acaricia es un beso esperado y ansiado, que me abre el apetito para devorar con ganas el desayuno que preparo a mi gusto, a calzar mis bailarinas para caminar media hora hasta mi puesto de trabajo, con un folio en blanco imaginario, enrollado debajo del brazo, para escribir los sonidos de la vida, o ¿por qué no? a marcharme, como anoche, haciéndole un corte de manga mientras abría las piernas, a Sara y a Lucas, porque no les daba la gana de dormirse y yo estaba muy cansada a esas horas. Cuando dí un portazo y salí, para pillar un bus a las diez de la noche, oí las risas. ¡De eso se trata! ¿ñañerías?, no, prefiero "con un par".
Si me preguntaran, "díme, ¿que te gustaría que te regalara, cabritilla?".
No me lo pensaría dos veces. "Has hecho que me sienta bien a tu lado, mimoso, mil gracias, me he sentido querida y ése es el mayor de los tesoros".
No. No soportaré ni una "ÑÁ" más en mi vida.

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