domingo, 5 de julio de 2009

ES EL FORRO LO QUE ME GUSTA


Comprando un bolso de tela, muy chic y muy barato, tan sólo 4,95, me dí cuenta que lo que me gustaba, era el forro.
No es un bolso reversible, así que no puedo darle la vuelta sin más.
Las telas de forro, son suaves, satinadas, cálidas. Lo aguantan todo. Son las que realmente perciben el contacto. Cuantas veces se nos rompe el forro de los bolsillos de los vaqueros, de la gabardina, de un abrigo. Tiene solución, se cambia y la prenda vuelve a quedarnos como nueva. Aquel viejo forro, se tira.
Las personas también tenemos una parte de fuera, y un forro.
El forro también es delicado, satinado, suave y cálido.
A mí me gusta más mi forro que mi parte de fuera, y me cuesta mucho trabajo encontrar el forro de mucha gente. Cuando bostezan parezco uno de ésos atrevidos domadores de fieras, me asomo a ver si consigo ver cómo son por dentro.
Yo creo que la culpa de que yo vaya con el forro para fuera y lo de fuera para dentro, la tuvo el ginecóloco que atendió a mi madre en el parto, cuando yo empujé con la mano el cordón umbilical, él tiró fuerte y me viró al revés.
¡Ay, señor ginecólogo, no sé si agradecérselo o reprochárselo! ¿no ve usted que no consigo entenderme con la gente normal?
¿como hago yo para darme solita la vuelta, y andar por la vida como el resto de los mortales, magníficos por fuera? ¿total, a quien le importa el forro?

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