miércoles, 1 de julio de 2009

DIME, CRISTÓBAL ¿POR QUE ME DESCUBRISTE?



Yo sigo sin perdonarte, Cristóbal.
En este caos de obras por todos los lados, que quedará todo muy bonito, ya lo sé, se unen las manifestaciones, las rebajas de verano, las prisas, mi portátil con la tapa colgando, a ver si me decido a llevarlo al técnico, y un largo etcétera.
Y me acuerdo de tí, Cristóbal. ¿Te encandiló aquel mar de mi tierra? ¿Y todos aquellos indígenas de piel canela, de facciones diferentes, mandíbulas acostumbradas a morder con bravura, a arrancar el plátano burro de la mata y comérselo allí mismo?
¿Y la malanga, el guagüi, la yuca? ¡Ay, mi negro! esos son palabras mayores.
Yo sigo comiéndome todo éso. ¡Que curioso! sin embargo, me gusta hasta cierto punto que me hayas descubierto, porque todas esas viandas las rocío con el maravilloso aceite de oliva de la preciosa Andalucía. Sí, realmente estoy en un momento de sentimientos más que mezclados. Nostalgias viejas revueltas con las nuevas, si me pilla un psicólogo hoy por hoy, le rompo el sillón, me miraría con ojos como platos y se quedaría trastornadísimo al final de la consulta, necesitando él posiblemente, la ayuda de un colega suyo.
Yo no estaba visible en 1492, pero en ese escenario de mis sueños diarios, me invento unos cuantos de estos indígenas mirando con cara de asombro, con la mano tapándose un sol incandescente que los cegaba, y diciéndose uno al otro "oye, compay, ¿tu sabe quien es ese así vestido con este calor y con esa Pinta?"
Yo no sé si Cristóbal Colón se tiró en plancha desde La Pinta, desde La Niña o desde la Santa María. Pero la pinta desde luego que era rara...rara...rara

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