miércoles, 11 de marzo de 2009

TANIA LA PIOJOSA




¡Pobre Tania! ¿Cuántos años tendríamos? Tú eras algunos añitos mayor que yo. ¡Qué crueles podemos llegar a ser los niños, Tania!
Recuerdo cuando llegabas a mi casa de noche, y yo te veía pasar a través del mosquitero con el que mi mami protegía de noche cada una de las camas. Pero los mosquitos tenían solución, Tania, porque te picaban y se iban, ¡pero tus piojos! con tus piojos no había pócima que pudiera. Yo creo que nacían de tu interior.
Mi mami te decía que yo estaba ya durmiendo, pero me hacía la dormida, porque me horrorizaban los inquilinos que tenías en tu azotea. Entrabas en mi cuarto, y cuando intentabas levantar la esquinita del mosquitero, que mi mami había metido por debajo del colchón, yo metía la cabeza debajo de la almohada. Prefería asfixiarme a que uno de aquellos bichos saltara para mi cabeza.
Tu pelo era color azabache, aquellos millones de puntitos blancos te hacían parecer un arbolito de navidad a la luz de la luna. Tenías el pelo opaco porque ellos se te habían incrustado en el cuero cabelludo y se lo comían todo, y además, tu mami se antojaba de echarte yema de huevo en el último aclarado para ver si conseguía darle brillo ¡ay que cagasón! Como decíamos en mi tierra.
Mi razonamiento de niña preguntaba, ¿todo eso habrá salido de un piojo papi y una pioja mami? ¿o habrá varias familias en la cabeza de Tania, abuelos, tios y primos? Yo pensaba que toda esa piojera tendría una vida microscópica con sus casas, sus colegios, sus farmacias, sus centros comerciales con rebajas de invierno y de verano. Una diminuta ciudad, como unos dibujos que veían mis niños aquí en España.
¿Qué habrá sido de ti, Tania? Oí ese nombre hoy, que es precioso y que ya nadie utiliza para sus niños, y simplemente, me acordé. Formaste parte de mi bella infancia y de mis múltiples amigos.
Si me llega a pillar hoy la salida de Cuba, te hubiera arrancado uno de tus piojos cubanos y me lo hubiese traído en un frasquito, un piojo y una pioja, porque eran piojillos fértiles de verdad y les debía gustar la juerga día y noche. ¿Te imaginas, Tania? mis primeras clases en España, la chica que se sentaba detrás de mi, que siempre se reía de mi acento cubano, medio congo, como le digo yo a un amigo y se muere de la risa, cuando me tocaba leer, así como quien no quiere la cosa, dejarle caer aquella parejita de piojos pervertidos en la nuca, que es donde hay más calorcito. ¡Merecido se lo tenía! Y yo, con aquel dulce acento cubano, que por desgracia ya perdí, le hubiera dicho, oye, mi negra, tienes unos punticos blancos en la mollera que no es caspa porque se mueven. jijijiji
Tania, no eras una de mis mejores ni cercanas amigas, pero me ha bastado oir ese nombre hoy, por casualidad, para vivir con una enorme claridad unos momentos de nuestra infancia y dedicarte un recuerdo.

No hay comentarios: