miércoles, 25 de febrero de 2009

EL ENTIERRO DE LA SARDINA


Como manda la tradición, hoy desfilarán las comparsas teñidas de melancolía, y poniendo su toque de humor, las plañideras. Debajo de su velo, gritarán alegremente su dolor. Yo fui varios años a verlas con mis niños, nos partíamos de risa, sabiendo que lloraban de mentira. Sin embargo, cuando uno se siente triste, qué difícil resulta reir con ganas.
En una ventanilla del Ayuntamiento, a las nueve de la mañana, mientras gestionaba papeles de mi trabajo, pensaba en la cola cosas como "qué le dirá la Luna al mar, para que a tanta distancia como se encuentran uno del otro, consiga ser la dueña de sus mareas". Aterricé cuando la funcionaria me dijo "aqui tienes, preséntalo ahora en el Registro, pero no tienes que pagar nada".
Salí del Ayuntamiento, camino de la oficina, y en la c/Progreso, al lado de una papelera, encontré tirada en el suelo la carta de una baraja. Tréboles. Me agaché, la recogí y la froté contra el vaquero para limpiarla. Mi mágico corazón no piensa que en realidad fue alguien que tiró una baraja vieja al contenedor, no, mi mágico corazón, para alegrar un dia tristón, piensa "¡pero que suerte la mía! ¿quien habrá dejado para mí una carta de tréboles, a las nueve de la mañana?" Tal vez mi sincero pensamiento, a años luz de la vulgar cola donde físicamente me encontraba, alguien lo escuchó. Quizás alguien que me dice, "es demasiado bello lo que sientes para rendirte ahora, en un punto del camino que ni soñando pensabas llegar. Pero tendrás que hacerlo tú solita, yo tan sólo te daré una última carta, juégala como has hecho hasta ahora, con el corazón en tus manos".

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