miércoles, 1 de octubre de 2008

EN BLANCO Y NEGRO


Como suele decirse, "comer y rascar, todo es empezar". Yo he empezado a abrir pequeñas puertecitas del alma, y unas van dando paso a otras.
Detrás de una de ellas, se ha asomado un nostálgico recuerdo "en blanco y negro". Mi querida Catalina.
Mi querida Catalina no era del color de la canela, ella tenía el color y la intensidad de nuestro café. Dos generaciones estuvieron a su fiel cuidado, nadie como ella para vigilar el sueño de los más pequeños de la familia.
En una grande y vieja mecedora, mi pequeño y blanco cuperpecito se perdía en su enorme seno, y aquel crespito que colgaba en su nuca y se negaba a trenzarse con el resto que llenaban su cabecita plateada, era la delicia de mi pequeño dedito índice, que se enredaba y se desenredaba en él, hasta que nos dormíamos las dos. ¡Que bella postal en blanco y negro, eh Cata?! Allí no teníamos grandes carteles de anuncios publicitarios, pero seguramente hubiésemos sido la diana de una de las flechas de Benetton.

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