martes, 8 de diciembre de 2009

COMO LA VIDA MISMA




En una mañana lluviosa, deslumbrada por los increíbles escaparates de Harrods, la vida allí paracía no tener ningún matiz de color gris. Todo era brillo, color, luz, gente elegante y sonrisas.
Mientras atravesávamos el enorme parque, ya de vuelta, tal vez Lorenzo presintió mi melancolía. "Mírame, mi eterna niña. sigo aquí, te persigo, vayas donde vayas".
Con la ternura y la calidez de Lorenzo, apareció él. Tan blanco y tan majestuoso. Podía perfectamente acoplarse al lujoso escaparate del piano rojo, pero allí, en su libertad a medias, también podíamos contemplarlo y tocar la impermeabilidad de sus plumas.
¿Bello? ¿cercano? ¿suave?
¡Que pena! cuando me llegó el turno de acariciarlo, estaba tan aburrido de la gente, que poco a poco, empezó a esconder su cabeza y se quedó hecho una bola de plumas.
Otra vez será. Tal vez las manos que llegaron antes que yo, te lastimaron.
Me quedé con las ganas de abrirte mi corazón, Pelícano Blanco, allí, debajo del sol de Londres, con la tremenda sinceridad que acostumbro. Tan sólo tenía cosas lindas que decirte. Y tú, tan sólo tenías que escucharme. Nada más.
¡Otra vez será! La vida está llena de oportunidades.
Y de nuevo, con el pensamiento, volví a Harrods, donde en la Escalera Egipcia, hay un bello y frío monumento, dedicado al amor entre Diana y Dodi. Bajo una hurna de cristal, un anillo y dos copas. Y yo me pregunto, ¿habrán tenido tiempo, en su última noche juntos, de decirse el uno al otro, que nada lograría separarlos? Tal vez. Porque tristemente, ellos no pueden ya decir ¡Otra vez será, la vida está llena de oportunidades!

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