lunes, 29 de septiembre de 2008

BELLEZA NATURAL


El mar que Vigo tiene a sus pies es un tesoro. Su montaña también, pero yo soy alérgica y no me atrae demasiado. Recuerdo la primera vez que pisé la arena de Samil, recién llegada de Cuba en el mes de Junio, aquella arena no me quemaba los piés, no tenia que ir hasta el mar como un pequeño saltamontes, como hacía en Varadero. Tampoco podía zambullirme de golpe, porque el agua estaba helada. Mi padre la tocó con la punta del dedo gordo, y nunca más. Yo sí, incluso la prefiero así helada, entro poco a poco, y me quedo. De un lado, un inmenso pinar, del otro, un inmenso mar. Así era. Un dia descubrí la playa del Vao, extensa y tranquila. Así continúa. Su helada transparencia te invita a sumergirte poquito a poco, y nunca dejan de sorprenderte esos peces que se llegan a acostumbrar a tí y no se van. Unas rocas separan esta playa de otra, donde a toda esta perfecta naturaleza, se añade la libertad. La descubrí también por casualidad, cuando un dia, queriendo escapar de algo que no me dejaba oir las olas, atravesé la roca. Me gustó y me quedé. De nuevo podia escuchar al mar.

No hay comentarios: