viernes, 20 de noviembre de 2009

¡MI FRUTA PREFERIDA!


Cada día de temporada me zampaba uno de estos racimos, al salir de la escuela, por la tarde. No hacía falta comprarlos, me metía en un patio cualquiera, y lo arrancaba.
Los añoré con tanta fuerza, que el último día de mis vacaciones, de camino al aeropuerto, pasó un señor vendiéndolos por la calle. Los distinguí a distancia.
No se pueden comer mamoncillos de prisa, me embobé con ellos durante una media hora, sin saber cuándo sentiré de nuevo el placer de saborearlos.
La más madura fruta prohibida.

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