jueves, 29 de abril de 2010

PUNTOS DE APOYO



Dedico especial cuidado a mis piés.
Me soportan. Me soportan todo el santo día.
Me llevan donde yo quiero sin rechistar.
Me llenan el bolsillo de dinero, ahorrándome el impuesto de circulación, el recibo del seguro, el combustible, las ruedas, los cabreos con el que va delante, etc., etc., etc.
Por éso los mimo, los masajeo con crema hidratante mentolada, procuro que las uñas estén tan limpias, limadas y pulidas como las de mis manos.
Masajeando adecuadamente cada zona de la planta del pié, llegamos a los diferentes órganos de nuestro cuerpo.
El dolor de piés se refleja en la cara por más que intentemos disimularlo. Mis zapatos se adaptan a ellos, no ellos a mis zapatos. Ahí está la clave para conservar su suavidad y que nunca aparezcan esas durezas que pueden llegar a hacer la raya al medio a nuestras sábanas de raso.
Les regalo cada día cuando entro por la puerta, el frío de la baldosa, y siempre que tengo oportunidad, la frescura de la orilla del mar, el cosquilleo de la arena, o la humedad de la hierba fresca.
Los míos son muy pequeños, pero lo suficientemente fuertes para tomar tierra después de mis ratos de vuelo intencionado al País de los Sueños.
Por éso siempre digo, yo no tengo piés, tengo "puntos de apoyo".

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