martes, 2 de noviembre de 2010

¿DIALOGAMOS, MI QUERIDO GILA?



El rostro inolvidable de Gila me hace sonreir.

Dentro de sus monólogos, dialogaba con la suegra, con la esposa y con la portera, a la que iba a avisar que habia nacido, porque su mamá se había ido a los recados.

Aquella compañera de vuelo que por casualidad se sentó a su lado, ¡tenia un pecho! ¡pero que pecho! ahora, eso sí, el otro, hecho una mierda. Los dientes de su vecina eran ¡como perlas! (escasos) cuando sonreía parecía un portal con dos sillas.
¡pero que ocurrente!

Así era su humor sano, increiblemente divertido.

Pero lo que más me gustaba de tí, mi querido Gila, era que tenías la tremenda virtud de dialogar hasta con el enemigo. ¡difícil! ¿eh? ¡muuuuuuy difícil!

Yo, como tú, entrañable Gila, me retiro del campo de los enemigos todo lo elegantemente que puedo, ¡total, no tengo balas para todos! ¿que por qué no les pregunto, como hacías tú, cuantos son? ¿para qué, mi querido amigo, para qué? ¡no me responderían!

¡Hasta siempre, señor Gila! modelo de elegancia y de fluido diálogo dentro de tus monólogos.

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