miércoles, 29 de septiembre de 2010

ICEBERG












Aquel maldito iceberg le rasgó el alma al Titanic. Allí, en medio de la noche, sólo asomaba parte de su frialdad. Su tremenda fuerza estaba oculta bajo el mar, ¡como la malvada y gordísima "Pulpa" de La Sirenita!

Soy una soñadora, me escapo de cuando en cuando de la realidad con tremenda facilidad, y pienso en Príncipes Azules. Me enamoro en sueños y después me entristezco. ¿Y ahora como rompo este hechizo si es un sueño que me he inventado? ¿discuto con él imaginariamente? ¿imagino que me manda a paseo? ¿cómo desengañarme para olvidarle? Fácil. Ya he encontrado la manera. Me "invento" que la gorda pulpa del mar, mala, bruja, embustera, enredona y mentirosa, con estas "estupendas" cualidades, se ganó la confianza del Príncipe.

La decepción me llega con la misma astucia del iceberg, asomándose poquito a poco.

Así que me doy cuenta que mi reino está en el asiento del autobus, en mi sofá, o en mi cocina escuchando el magnífico "Atrévete" a las siete de la mañana. ¡Qué importa el escenario, si tenemos la capacidad de soñar! Eso es la realidad, te prometo, mi Príncipe, que ya no volveré a mezclarte con mis Sueños, ni a colarme en los tuyos. Mi alma es tan fuerte como el Titanic, no merece ser rasgada por un iceberg.


Y la pequeña Sara, con su contagiosa y deliciosa inocencia infantil, se rie, porque la Pulpa del mar, solo robó mi voz a los oídos del Principe.

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