viernes, 20 de agosto de 2010

BAJO UN TUPIDO VELO



El cielo de Londres estaba cubierto por un tupido velo, una mezcla de matices grises y blancos. Parecía haberse puesto de acuerdo con ellas, que asomaban por una pequeña ranura unos ojos bellísimos.
En una plaza de Covent Garden, me aparté de nuevo del grupo, pero esta vez para que nada se interpusiera entre aquella música y yo. Era algo nuevo para mí, así que me quedé allí, sentada en el suelo, mucho, muchísimo tiempo.
Los ojos oblicuos del artista, se convertían en una pequeñísima raya cuando sonreía lleno de simpatía, levantando el pulgar en señal de agradecimiento, cuando el ¡clin! de una moneda caía en su cajita.
¡Que maravillosa música china! ¡y que instrumento tan extraño!
Esta vez, dentro de mí se libró una batalla mucho mas fuerte que la de los tomates y los chilis.
Me transporté con el pensamiento al vagón del metro que me llevó hasta allí, donde observé encantada la belleza de la mezcla de las razas y culturas.
La bola del mundo es de todos. La ley de la gravedad no permite que nadie se caiga.
De nuevo pensé en los velos y en su pequeña ranura. Los ojos son el espejo del alma. Se necesitarían metros y metros y más metros de tela, para conseguir apagar la misteriosa luz que por ahí se escapa.
Me miro, con un top completamente escotado que disimulo con un pequeño lacito que combina con el resto del estampado.
Envuelta en la melodía china, pienso que yo también tengo un sólo dueño, y un velo imaginario me cubre de pies a cabeza, a pesar de mi aspecto. Es la cultura de mi corazón, mucho más fuerte que los sentidos.
El misterio de un tupido velo de quien decide entregarse tan solo por amor.
Observaban desde lejos mi melancolía, así que el señor de los ojos oblicuos quedó encantado de ganar las 10 Libras que costaba uno de aquellos CD's.
Entre tantas personas diferentes, recordé que mi futuro yerno inglés, me despertó con música cubana a todo volumen. Por encima de todo...¡SOY GUAJIRA!

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